Rubén Blades explicó que no hay peor situación que la de arribar a un sitio donde no te conocen, un idioma y una cultura diferente, un clima distinto, sin plaza de trabajo, ni seguro médico, y tratar de sobrellevar las necesidades y dificultades encontradas sin perder o hipotecar el honor, o rendirse ante la desesperanza.
"En ese periodo de mi vida no se me ocurrió delinquir, no me dio por mendigar, ni por basar mi felicidad en la infelicidad ajena. ¿Ocurrió eso porque yo era "rico" y no necesitaba dinero para sostenerme y ayudar a mi familia? Por supuesto que no. Ocurrió porque las enseñanzas en mi casa me hicieron rico espiritualmente".
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"Mi mamá, como las otras madres que conocí, nunca tuvo vacaciones. para ellas, el ser permanentemente pobre no era una opción, ni tampoco algo inevitable".